Cafias

Cualquier persona a la que le guste la lectura puede conocer, muy posiblemente, “Cuento de Navidad”de Charles Dickens. Igualmente todos podemos contar, entre amigos y en algún momento de nuestra vida, historias más o menos tétricas, acerca de fantasmas atormentados por su vida pasada, héroes y heroínas en busca de su destino, lugares hechizados o llenos de magia de cualquier tipo…
Esta vez la historia va de un hombre demasiado ocupado como para vivir lo más importante que la vida le ha dado: Su propia existencia.
Ese hombre demasiado ocupado como para vivir su vida se llamaba Caifas y era comerciante por propia vocación y banquero–prestamista por meritos personales.
Caifas era un hombre dedicado a su trabajo. Era ambicioso y lo único importante para él era el dinero. No contaba nada más para él.
Tenía esposa e hijas, claro, pero para Caifas ellas no existían como familia.
Tal concepto, en su opinión, iba vinculado solamente al mucho dinero que debía gastar para su manutención diaria.
Todos los dias eran lo mismo, una y otra vez:
Se levantaba, desayunaba, e iba a trabajar feliz y contento pensando en las grandes cantidades de dinero que iba a ganar a lo largo del dia.
Hasta que un dia llegó a casa y descubrió que su mujer se había ido llevándose sólo lo necesario y que las muchachas se habían ido con ella.
Dejaron los muebles y una nota escrita del puño y letra de su mujer:
“Querido Caifas, esposo mío, me voy de tu lado. Las chicas se vienen conmigo.
Durante años ellas han estado esperando de tu parte una palabra amable, un gesto de aliento.
Palabras y gestos que nunca llegaban porque todo iba para tu dinero.
Si lo que deseabas era estar a solas con tus ganancias, lo has logrado. Felicidades.”
Entonces no le importó demasiado.
Sólo pensó:”Mejor, así gasto menos en ellas y ahorro más para mí. Ya empezaban a ser un puro incordio… y con todo lo que gastaban…que si ropa, que si comida… “
Luego, conforme pasaba más y más tiempo, se dijo a si mismo:
”Ya regresarán. Sin dinero no irán muy lejos.”
Pasó el tiempo y ellas no regresaron.
Al cabo de unos meses descubrió algo que el no esperaba:
La casa estaba habitada por un fantasma.
Todo su descubrimiento vino a raíz de ver, incrédulo, como se movían las cosas de su sitio, de sentir portazos sin que en ese dia haya algo de viento, de oír voces y llegar a creer que estaba enloqueciéndose por la soledad a la que apenas se estaba empezando a acostumbrar…
Cosas que antes no percibía porque su trabajo lo tenía demasiado ocupado y que no escuchaba nunca cuando llegaba a casa debido al jaleo que las niñas habían liado a lo largo del dia con sus gritos, sus juegos y sus peleas.
Entonces decidió ir a un experto en temas de esoterismo y que era cliente suyo, y lo que le dijo confirmó sus sospechas:
Su casa tenía un fantasma como inquilino y que no estaba dispuesto a irse de ninguna de las maneras tan facilmente.
Una noche el fantasma se apareció en sueños a Caifas con el aspecto que tuvo en vida.
El fantasma, entonces, le narró su historia:
“Mi nombre es Jericó de Orlando. En vida fui un prestamista al igual que lo eres tú.
Cuando vivía, era, al igual que tú, un gran hijo de mala madre.
Mi familia me abandonó por mísero, porque era como tú eres ahora:
Mi percepción de la vida, mi trabajo, mi modo de pensar y de ser…en fin en todo.
Al principio, cuando me dejaron, yo pensaba, como tú lo piensas ahora, que algun dia mi mujer y mis hijas regresarían a mi lado.
Ellas se fueron con muy poco:
Su ropa y nada más. Infravaloré a mi familia. Salieron adelante sin mí y sin mi ayuda.
Mi muerte, en el año de gracia de 1792, no puede decirse que haya sido muy agradable para mí, pero si lo fue para mis familiares mas allegados. Incluso hicieron fiesta cuando se enteraron de mi , según todos ellos alegre, fallecimiento.
La noticia corrió por todos los lugares donde había un pariente mío y las celebraciones de mi muerte parecían las del Dia de Navidad.
Morí abandonado y sin tener nadie que me llorara en la tumba.
Una tumba tan pobre, mísera y sucia como la vida que llevé.
Ahora, como castigo por haber sido tan miserable, debo avisar a gente como tú y como yo para que no cometan el mismo error que yo cometí al dejar marchar a las personas más importantes de mi vida: Mi mujer y mis hijas.
Y, a no ser que hagas algo para remediarlo, compartirás mi destino y mi final.”
“Eso no me pasará a mí, ellas me necesitan .Necesitan el dinero que gano.”, dijo Caifas.
“¿Tan seguro estás de lo que dices, amigo Caifas?”respondió el fantasma.
Cuando el fantasma acabó su historia y se marchó de la habitación de Caifas, ya amanecía.
Caifas hizo lo mismo que siempre hacía cuando su mujer trataba de contarle algo acerca de las niñas, o cuando le preguntaba que tal dia había tenido:
Oír pero no prestar la más mínima atencion y no hacer nada.
Fue en la primavera del año siguiente. Encontraron el cuerpo de Caifas sentado en la mesa de su despacho y con la mano izquierda sobre el corazón. Según el dictamen medico fue un ataque cardiaco lo que acabó con la vida de Caifas.
La casa donde vivía no pudo ser vendida, por más veces que lo intentaron.
Quienes la compraban al poco tiempo pedían que se les devolviera el dinero, según ellos, porque nadie les dijo que había un par de fantasmas dentro de la casa.
Uno, el que estaba en la biblioteca, se hacía llamar Jericó de Orlando y otro, el del despacho, decía que era Caifas.
Tambien, quienes trataban de comprar la casa, decían, que se les aparecían entre sueños y les hablaban, que esa casa estaba embrujada…
Aun hoy nadie compra esa casa por miedo a los fantasmas mejor dicho, por miedo a que estos fantasmas no les dejen dormir.

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